viernes, 28 de junio de 2019

CRÍTICA

                                    Metrolandia/ Julian Barnes
Metrolandia (1980) es la primera novela publicada de Julian Barnes (Leicester, Inglaterra, 1946) que luego ha desarrollado una larga y brillante carrera como escritor y ha sido reconocido con algunos de los más importantes galardones de las letras internacionales.
Seguramente, Metrolandia no es una de sus novelas más destacables pero nos muestra ya con claridad su idiosincrasia narrativa y deja claros vestigios de su talento. Podemos observar aquí trazas de su habilidad para los diálogos, de su afilado ingenio o de su tendencia al afrancesamiento cultural.
Barnes ha sido englobado en la mítica Generación Granta que se denominó así porque fueron incluidos en la selección de mejores escritores jóvenes británicos de 1983 de esta prestigiosa revista literaria. De ese grupo formaban parte también autores tan destacados como Martin Amis, Ian McEwan, Salman Rushdie, Kazuo Ishiguro o Graham Swift. Ahí es nada.
Esta es una novela de iniciación, narrada en primera persona por Christopher Lloyd, un adolescente de clase media alta que en la primera parte del libro, que ocurre en 1963, estudia en una elitista escuela en las afueras de Londres y comparte correrías con su inseparable amigo Toni, enfrentados ambos al mundo que les rodea, refugiándose en el arte y la literatura y despreciando a los burgueses y a los trabajadores acomodados que se cruzan en su camino.
En la segunda parte, que tiene lugar en París, en mayo de 1968, Christopher ya tiene 20 años y está preparando su tesis de final de carrera. Allí tendrá sus primeras experiencias amorosas serias y su personalidad empezará a sufrir cambios que él no creía posibles. Lo curioso de este segmento de la novela es que Barnes, a pesar de haber ambientado en París en una época tan destacable a nivel social y político, no hace ninguna mención de ello en el relato ni hace interactuar a su personaje con esta  realidad.
La tercera parte tiene lugar diez años después y aquí encontramos a Christopher casado, con un hijo y viviendo en una bonita casa unifamiliar. Lleva una vida acomodada y burguesa, absolutamente contraria a sus ideales de juventud pero, a pesar de esto, se muestra condescendiente con su trayectoria  vital y aparentemente feliz, por lo menos en apariencia.
En el aspecto narrativo, la novela no es arriesgada, innovadora ni técnicamente compleja pero está escrita en un estilo personal y bastante eficaz. Es cierto que en algunos pasajes parece que Barnes hace gala de una cierta superficialidad a la hora de tratar algunos temas que quizá merecían un tratamiento más profundo y puede dar la sensación de que algunas cosas quedan en el tintero porque el final me parece un poco abrupto.
De todas maneras, me parece una novela notable, tratándose de una opera prima.

martes, 11 de junio de 2019

CRÍTICA

Necios y mortales/ Bernard Cornwell
Bernard Cornwell (Londres,1944) es uno de los más populares y prolíficos escritores de novela histórica de la literatura británica actual, hasta el punto de haberse convertido en un autor superventas, sobre todo desde el comienzo de la serie de novelas de Sharpe, que consiguieron un éxito instantáneo tras su publicación.
Analizaremos aquí su última novela publicada en castellano, Necios y mortales (2018) que no forma parte de ninguna de sus sagas sino que es una novela independiente y única que narra de forma magistral una de las épocas más fascinantes de la historia;  la creación del teatro profesional en el Londres de finales del siglo XVI, con la proliferación de los corrales de comedias y de las compañías teatrales patrocinadas por los nobles de la corte de Isabel I, la Reina Virgen.
El argumento de la novela es, también, original y sugestivo; el protagonista principal y narrador de la historia es Richard Shakespeare, hermano menor de William, que está malviviendo en Londres representando papeles de mujer en la compañía teatral del Lord Chambelán, en la que su hermano mayor triunfa como actor y como autor de sus obras.
Richard siente envidia de su hermano y cierto resquemor por lo que considera que es falta de cariño y de apoyo por parte de éste, lo que le lleva a plantearse traicionarlo robándole los manuscritos de sus obras pendientes de estreno, tentado por el dinero que le ofrece una compañía rival pero, en ese momento, alguien que no es Richard roba realmente los manuscritos y éste deberá infiltrarse en los bajos fondos de la ciudad para recuperar las obras de su hermano y limpiar su buen nombre.
Cornwell demuestra con esta novela su maestría a la hora de ambientar la historia en la Inglaterra isabelina a partir de un proceso de documentación exhaustivo e introduciendo en el argumento muchos de los aspectos más representativos de esa época, como la brutal persecución de los cristianos fieles a la iglesia apostólica
que se produjo por parte del estado o como la estricta diferencia de clases sociales que marcaba la vida cotidiana.
Al final, la novela se convierte en una oda al mundo del teatro que deja fascinado al lector, al que muestra los entresijos de una compañía de actores entre bastidores, con todo el desarrollo que lleva consigo la representación de una obra; el reparto de papeles, los ensayos, la preparación del vestuario y los decorados, el miedo escénico y las disputas internas.
En mi opinión, una novela notable, sin duda.