lunes, 28 de febrero de 2022

CRÍTICA

 Fantasmas/ Chuck Palahniuk

Chuck Palahniuk (Pasco, Washington, 1962) es uno de los máximos exponentes del posmodernismo literario, junto con el trágicamente fallecido, David Foster Wallace y con Breat Easton Ellis, entre otros, y se hizo mundialmente famoso después de que David Fincher adaptara al cine su primera novela Fight club (1996, El club de la lucha).

En esta novela, tras leer un anuncio en la prensa local, un grupo de escritores acuden a un retiro para artistas en el que durante tres meses deberán dar rienda suelta a su creatividad y escribir una obra que les haga triunfar en el mundillo literario, sacándolos de sus vidas sórdidas  y monótonas. Al llegar al lugar indicado, resulta ser un teatro abandonado, donde la comida y los demás servicios básicos son escasos y, en estas condiciones precarias, empezarán a surgir entre los aspirantes a escritor actitudes inadecuadas en las que la mayoría de ellos mostrarán su peor cara con tal de destacar sobre los demás.

La novela está divididas en 24 capítulos que, en cierta manera, funcionan como prólogos de los relatos que les siguen, que son sin duda los más interesante del libro. Estos relatos son los que nos describen a los aspirantes a escritor que han accedido a participar en este confinamiento voluntario y nos explican sus historias previas a la reclusión, desgranando sus fantasmas, sus secretos y sus aspiraciones para salir de sus miserables vidas.

Los personajes de Fantasmas son gente que ha sido marginada de alguna forma por la sociedad y que, a menudo, reaccionan con agresividad hacia los demás y hacia ellos mismos. Esta es una característica común a la mayoría de novelas de Palahniuk. 

En esta novela tenemos la confirmación de que Palahniuk parece entender la literatura como un arma arrojadiza para luchar contra la alienación consumista y vacía que vivimos cada día en las sociedades occidentales. Es un escritor excesivo, imprevisible, en ocasiones delirante, pero siempre transgresor y perturbador. Sus novelas siempre ponen el dedo en la llaga de las lacras de la sociedad contemporánea.

Si el lector logra meterse en su universo obsesivo y desasosegante, la lectura resulta fascinante.