Tom Sharpe (Londres, 1928- Llafranc, 2013) fue uno de los mayores exponentes de la sátira social literaria y la mayoría de sus novelas hacen saltar por los aires los convencionalismos sociales y diseccionan con gran acierto las debilidades y vicios de la sociedad británica, que siempre sale mal parada de su análisis.
En esta novela, un joven ejecutivo de la City londinense, de buena familia -y, sin embargo nada brillante intelectualmente-, empieza un descenso a los infiernos derivado de sus malas decisiones profesionales y personales, acabando de forma accidental en la finca de los Midden, una aristocrática familia de carca
males venidos a menos.
Como suele ocurrie en las novelas de Sharpe, el argumento parte de una premisa simple y coherente, que a medida que va avanzando la trama, debido a las circunstancias incontrolables del azar, se va enredando hasta conducirnos a una apoteosis final que deja al lector sin aliento. En este proceso encontramos situaciones equívocas y embarazosas, y personajes variopintos
que animan la función: políticos incompetentes, policías corruptos, delincuentes de medio pelo, pervertidos sexuales y nobles arruinados, que crean un cóctel explosivo, provocando escenas surrealistas, hilarantes y también grotescas.
La comicidad de la novela también viene dada, en buena medida, por el lenguaje que usa Sharpe; culto, formal y refinado pero que en un instante pasa a expresar las situaciones más procaces y disparatadas que uno pueda imaginar, creando así un contraste que produce un efecto todavía más humorístico.
Sharpe demuestra, una vez más, con Lo peor de cada casa, que es posible hacer una sátira despiadada y a la vez una crítica social devastadora, todo ello sin que el lector deje de reír durante la lectura pero también sin que deje de meditar sobre la mezquindad y la estupidez que el género humano puede demostrar en ocasiones. En este aspecto, pocos autores pueden igualarlo.