En el año 1983 José León Delestal (Langreo, Asturias, 1921- Madrid, 1989) consiguió un inesperado éxito con esta novela, ambientada en Jerusalén durante los días que transcurren entre la llegada de Jesús de Nazareth a la ciudad y el domingo de Resurrección. Eleazar, un niño judío, juega en la calle con un grupo de amigos cuando se ven interrumpidos por los sucesos que supusieron la pasión y muerte de Cristo. Estos acontecimientos agitan la ciudad hasta tal punto que muchos de los que son testigos llegan a ser conscientes de que esto cambiará el futuro de la humanidad.
La originalidad de esta novela radica en el punto de vista narrativo que recae en las manos de niños y adolescentes que, por diferentes circunstancias, son testigos de los hechos sucedidos en Jerusalén durante la Pascua judía. A pesar de ser un libro dirigido al lector juvenil (no en vano ganó el premio Gran Angular de Narrativa Juvenil en 1983) la prosa que utiliza el autor es barroca y arcaizante, aunque esto es comprensible teniendo en cuenta que está narrando episodios bíblicos y que quiere infundir al texto un aire evangélico.
El autor mezcla con ingenio y habilidad personajes bíblicos con otros creados por su imaginación, como los de los niños Eleazar e Isaías, el criado Tizón o los nietos de José de Arimatea, que son los que cargan el peso narrativo de la obra.
El resultado final es una novela emotiva y profunda, que trata con respeto la figura de Jesucristo, y que tanto puede gustar a los que profesan la fe católica como a los que son ajenos a ella. Estos últimos también pueden leerla desde la perspectiva de una novela histórica.