martes, 18 de abril de 2017

CRÍTICA

                                  La sombra de Poe/ Matthew Pearl
Por lo visto, Matthew Pearl (New York,1975) se ha especializado en escribir novelas de suspense cuyo argumento gira en torno a enigmas reales protagonizados por autores míticos de la Literatura Universal. Así lo hizo en su primera novela, El club Dante (2003), que fue un éxito mundial, y parece que se encuentra cómodo en este formato.
    Es encomiable su espíritu didáctico y es posible que esto tenga que ver su labor como profesor de literatura en el Emerson College de Boston. La sombre de Poe (2007) es su segunda novela y sigue los mismos parámetros de la primera aunque, en mi opinión, es algo más floja. También comparte otra característica importante con ésta, que es la combinación de personajes históricos con otros creados por Pearl, para lo cual muestra gran habilidad.
    En Baltimore, en el año1849. El cuerpo de Edgar Allan Poe es enterrado en una tumba sin nombre. El público, la prensa y la propia familia del célebre autor asumen su condición de borracho con un patético final. Pero un apasionado admirador, un joven abogado llamado Quentin Clark, decide arriesgarlo todo para restituir el buen nombre de Poe, descubrir el misterio que rodea sus últimos días y descifrar las extrañas circunstancias de su muerte. Inspirado por los relatos de Poe, Clark intenta encontrar al único hombre que puede resolver este extraño caso: la persona en la que se basó Poe para crear al infalible detective C. Auguste Dupin. Con la aparición de dos candidatos comienza una competición para desentrañar la muerte de Poe y demostrar quién es el «verdadero» Dupin. Clark se verá envuelto en un duelo de inteligencias, un torbellino de misterio y literatura del que sólo podrá escapar investigando. 
    A pesar de que soy un gran admirador de Edgar A. Poe y, por tanto, algunos de los temas que trata la novela me parecen muy interesantes, creo que este libro no funciona como artefacto literario. Le falta fluidez y le falta tensión en muchos de sus pasajes. En realidad, son muy pocos los momentos en que el texto logra producir emociones en el lector.

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