viernes, 2 de junio de 2017

CRÍTICA

La línea negra/ Jean-Christophe Grangé
Grangé se ha especializado en el trhriller psicológico y se ha erigido en un superventas, sobre todo en su país de origen, Francia. La novela que le lanzó a la fama, de forma justa, fue Los ríos de color púrpura que posteriormente fue adaptada al cine con un éxito rotundo.
      En esta novela, Marc Dupeyrat, un periodista de sucesos que arrastra un trauma debido al asesinato de su novia años atrás, queda fascinado por la figura de un asesino en serie que está preso en Tailandia acusado de la muerte de dos chicas siguiendo un extraño ritual. mediante un engaño, Marc, consigue establecer contacto por carta con el asesino, haciéndose pasar por una chica, y ahí empieza una extraña relación entre los dos personajes que está marcada por las confidencias del asesino que hace seguir al periodista un macabro itinerario por todo el sudeste asiático, siguiendo el rastro de sus crímenes.
     El estilo de Grangé es ágil, ameno y engancha al lector desde el principio. El argumento está bien tramado y, aunque hay algunos pasajes en los que los hechos parecen demasiado rebuscados para que todo cuadre, el resultado final es bastante convincente si el lector no se lo plantea como un ejercicio de realismo.
      Bajo mi punto de vista, el único pero que se le puede poner a esta novela es su clara inspiración en El silencio de los corderos de Thomas Harris. Las analogías entre estas dos novelas son algo más que una casualidad; el personaje del psicópata, Jacques Reverdi, con un coeficiente de inteligencia superior, es calcado a Hanibal Lecter. El juego de las pistas para resolver otros crímenes anteriores e incluso, en la forma, la estructura de los capítulos; cortos y densos.
      Lo que hay que reconocerle a Grangé es que sabe mantener la tensión narrativa durante todo el relato y en las últimas páginas se produce un in crescendo que se traduce en un final lleno de emoción.



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