domingo, 7 de marzo de 2021

CRÍTICA

 La carretera/ Cormac McCarthy

Nadie duda a estas alturas que Cormac McCarthy (Rhode Island,1933) es uno de los más grandes escritores norteamericanos vivos y La carretera supuso, sin duda, la confirmación definitiva y el reconocimiento general a una carrera trufada de grandes obras, que demuestran su marcada personalidad. El libro ganó, por méritos propios, el premio Pulitzer de ficción en 2007.

La obra está narrada en tercera persona y sigue a un padre y su hijo que deambulan por un mundo postapocalíptico, devastado por un cataclismo, presuntamente provocado por los humanos, que ha cubierto la Tierra de una espesa ceniza y ha provocado un clima gris y frío de forma permanente. El lector no tiene muchos más datos y se tiene que sumergir en ese paisaje de pesadilla sin más explicaciones.

Las andanzas del padre y el hijo en ese periplo hacia el sur en busca del mar, por carreteras desiertas, conforman el núcleo de la historia. Quedan muy pocos supervivientes y su mayor inquietud es encontrar comida y no topar con otros grupos de humanos violentos. Con estos austeros mimbres, McCarthy hilvana una novela estremecedora, humana y desesperanzada en la que abundan las conversaciones entre padre e hijo, las descripciones del paisaje y algunas pinceladas del pasado y de lo que pudo haber ocurrido.

Mientras vamos avanzando en la lectura nos damos cuenta de que los diálogos entre el padre y el niño -sin guionizar- son la clave para  comprender el simbolismo que encierra la historia: el único objetivo del padre es proteger a su hijo del mal que los rodea y el niño se esfuerza por entender y dar un sentido moral a lo que ve a su alrededor. De esta manera
, el niño encarna el Bien y el entorno hostil encarna el Mal, y el padre lo que intenta es preservar el Bien frente a las fuerzas del Mal.

Se trata de un libro perturbador por lo que pueda tener de premonitorio. El texto no es especialmente dinámico y solo hay algunos momentos de tensión, escuetos y resueltos de manera concisa, pero a McCarthy tampoco parece que le haga falta nada más para crear una obra que queda grabada en la mente del lector durante mucho tiempo.


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