lunes, 6 de agosto de 2018

CRÍTICA

Galveston/ Nic Pizzolatto
Nic Pizzolatto (Nueva Orleans, 1975) es uno de los escritores de novela negra más prometedores de los últimos años con solo una novela a sus espaldas, la que estamos a punto de reseñar. Como algunos de sus contemporáneos, Pizzolatto ha diversificado su carrera para dedicarse también a escribir guiones de series de televisión y películas. En este apartado ha destacado, sobre todo, por ser el creador y guionista de la serie True Detective, cuya primera temporada marcó un hito dentro de las producciones de televisión de temática negrocriminal, tanto por su carácter innovador como por su personalidad marcada.
Su carrera literaria había empezado, antes de su incursión en el mundo de la pequeña pantalla, primero con un notable libro de relatos cortos titulado La profundidad del mar amarillo (2006) y después con la novela que nos ocupa, Galveston (2010). Así pues, estamos ante un autor poco prolífico que cuida al detalle lo que publica.
Galveston narra la historia de Roy Cady, un matón profesional al que detectan un cáncer terminal. Su jefe es un peligroso prestamista de Nueva Orleans que contrata a unos asesinos a sueldo para matarlo debido a que Cady fue amante de su actual novia, creando entre ellos una rencilla de difícil solución. Cady sobrevive y empieza una huida desesperada en compañía de una joven prostituta  que carga con una niña pequeña.
Aunque al principio lo pueda parecer, no se trata de una novela negra al uso, sino más bien de una novela sobre marginados que viven fuera de las normas de la sociedad convencional. Es un relato sobre la r
edención con una atmósfera muy bien conseguida, propia del sur de los Estados Unidos; paisajes áridos, carreteras poco transitadas, moteles cochambrosos...
La primera parte de la narración sigue la tradición de la novela negra americana y se nota el aroma de Dashiell Hammett, Raymond Chandler o Mickey Spillane pero luego el relato toma otros derroteros y, en mi opinión, aquí se hace evidente la influencia de Dennis Lehane en la narrativa de Pizzolatto, pero creo que todavía le queda camino por recorrer para llegar al nivel de excelencia del autor de obras tan fundamentales como Mystic River o Shutter Island. Pizzolatto tiene, al igual que Lehane, una forma muy personal de mostrar la violencia, de una forma fría, impersonal, sin darle una especial relevancia, como si formara parte de la cotidianidad.
De todas maneras, es una gran novela de debut y estoy convencido de que, si se centra en su labor literaria y deja de lado su trabajo como guionista, Pizzolatto nos va a ofrecer en un futuro obras de más calado.

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