domingo, 30 de mayo de 2021

CRÍTICA

 Tokio Año Cero/ David Peace

Hace ya unos años compré y leí 1974 la primera novela de David Peace (Osset, West Yorkshire,1967) que iniciaba el llamado Red Riding Quartet, la tetralogía de libros ambientados en Yorkshire durante los años en los que estuvo activo el asesino en serie denominado el destripador, y la verdad es que me impresionó por su dureza, por su pesimismo y por la cruda descripción de un ambiente de corrupción generalizada y de inmoralidad, deseperanzador.

Ahora acabo de leer Tokio Año Cero y he vuelto a recordar las mismas sensaciones que tuve en la lectura de 1974, lo cual me hace confirmar  mis impresiones de que si algo destacable tiene Peace como escritor es que tiene un estilo perfectamente reconocible; su escritura es incómoda y áspera, con el objetivo de hacer sentir al lector la misma angustia y desazón que sienten sus personajes y, en verdad, lo consigue.

Esta novela empieza el 15 de agosto de 1945, el día en que el emperador de Japón anunció públicamente la rendición incondicional ante Estados Unidos, dando por terminada la Segunda Guerra Mundial. En esa fatídica jornada que cambió la historia del país, acabando con el orgullo nipón, aparece el cadáver de una chica, estrangulada y violada, en el almacén de un edificio gubernamental abandonado. El inspector Minami, de la policóa metropolitana de Tokio, es uno de los encargados de investigar el caso, que finalmente es resuelto, en contra de su voluntad, por la policía militar japonesa (Kempei). Exactamente un año después aparecen dos cadáveres más en circunstancias muy parecidas, en una zona cercana, y Minami sospecha que pueden estar relacionados.

La historia está narrada por Minami en primera persona y en tiempo presente y el paisaje que enmarca la narración es una ciudad de Tokio desolada, en ruinas tanto física como moralmente, hundida en la miseria, controlada por el ejército estadounidense y por mafias que centran su actividad en la prostitución y en el contrabando de productos de primera necesidad, en medio de un ambiente de corrupción generalizada y de podredumbre moral insoportable.

Minami es un personaje ambiguo y torturado que tiene un pasado oscuro como veterano del ejército japonés ya que al parecer ha participado en las matanzas y violaciones de civiles durante la guerra chino-japonesa, lo cual le ha producido trastornos psiquiátricos por lo que ha estado recluido una temporada en un hospital mental.

Esta historia podría contarse de muchas maneras pero David Peace lo hace en su propio estilo, utilizando repeticiones constantes de frases cortas y onomatopeyas, creando un efecto obsesivo durante toda la narración, que en algunos momentos es asfixiante.

Es cierto que su obra no es de lectura fácil pero hay que reconocer que Peace tiene, como narrador,
un estilo personal y reconocible, lo cual no es sencillo. Si el lector hace un esfuerzo y logra meterse en su mundo, corre el peligro de quedar atrapado en él.

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