lunes, 7 de noviembre de 2022

CRÍTICA

 Todo lo que se llevó el diablo/ Javier Pérez Andújar

Esta novela es un homenaje a los voluntarios que formaron las Misiones Pedagógicas durante la Segunda República, que dedicaron, desinteresadamente, sus esfuerzos y sus energías a llevar la cultura (libros, representaciones teatrales, pedagogía) a los lugares más inhóspitos y desfavorecidos de España.

Javier Pérez Andújar (Sant Adrià de Besós, Barcelona, 1965) refleja, con gran acierto y un gran esfuerzo de documentación, la época en que se desarrolla el relato y demuestra tener amplios conocimientos sobre los libros, las revistas, los cómics y las canciones de esa época fascinante.

En esta novela, el protagonismo recae en el grupo de maestros, estudiantes universitarios y voluntarios que van a la remota Sierra de la Culebra, en Zamora, para realizar sus tareas de alfabetización, y enfrente se encuentran los habitantes de la zona, gente primitiva, inculta, supersticiosa, aunque quizá en este caso el autor abusa un poco del estereotipo. A todo esto se une la violencia latente que proviene del choque entre estas dos españas y que está representada por un anarquista trastornado que, finalmente, hará estallar el conflicto. Entre todo el elenco, en mi opinión, cabe destacar el personaje de Velasco Flaínez, el muchacho huérfano que, después de la muerte de su abuelo, debe enfrentarse a la vida y lo hace con valor, inteligencia y responsabilidad, dando una lección a otros personajes adultos y supuestamente más maduros.

Como curiosidad, en el aspecto formal del libro, la audacia narrativa y el afán innovador han llevado a Pérez Andújar a escribir los diálogos de la novela sin poner los preceptivos guiones antes y después de las intervenciones de los personajes, lo cual puede dificultar en algunos casos de lectura a los lectores menos experimentados.

Todo lo que se llevó el diablo nos recuerda que la vida es un reto que hay que tener el coraje de afrontar, que los sueños se tienen que perseguir, que la redención existe y que los libros son un refugio contra cualquier inclemencia, que no es poco.

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