De un tiempo a esta parte, el Premio Planeta ha experimentado una pérdida de prestigio difícilmente explicable a nivel literario, a pesar de ser el mejor dotado económicamente, con un primer premio de un millón de euros. En realidad, no nos engañemos, ya hace muchos años que sabemos que el ganador del premio está pactado de antemano y que, incluso, se le encarga la labor de escribir la novela ganadora con tiempo, y así lo han reconocido algunos de los ganadores, pero por lo menos antes se sabía que el ganador era siempre un autor de gran prestigio y calidad contrastada: Antonio Gala, Camilo José Cela, Mario Vargas Llosa, Manuel Vázquez Montalbán, Terenci Moix o Antonio Muñoz Molina, son algunos de los premiados en la época dorada del galardón.
Por contra, en estos últimos años, parece que la Editorial Planeta ha optado directamente por convertir el premio en una gran operación comercial disfrazada de certamen literario, mostrando una total falta de escrúpulos con los autores anónimos que deciden presentar sus obras. La tendencia clara de estos años ha sido premiar a autores mediáticos, en su mayoría profesionales de los medios de comunicación, cuya popularidad supone una garantía a nivel de ventas pero que ofrecen una calidad literaria muy discutible. Así, han sido premiados en los últimos años, por ejemplo, Fernando Delgado (presentador del telediario), Javier Sierra (periodista mediático), Fernando Schwartz (presentador de televisión y diplomático) y Sandra Barneda (periodista del corazón), entre otros. No en vano, en 2005, ya el escritor Juan Marsé -ganador del premio en 1978- renunció a ser miembro del jurado y denunció públicamente la baja calidad de las obras presentadas al concurso.
Pero ahora, en una última vuelta de tuerca, lo que han hecho es concederle el premio a Sonsoles Ónega, que es una de las presentadoras estrella de Atresmedia (Antena 3) cadena perteneciente al Grupo Planeta. Vamos, que se han quitado la careta y ya no tienen ningún reparo en mostrar la manipulación del premio abiertamente.
Es una pena, pero este galardón está llegando a unos niveles de ignominia difícilmente superables.
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